__Amarga Luz__

Marga: Una mirada, una voz, una inspiración

 

            La primera vez que entré en contacto con el espíritu de la tía Marga fue el día de mi Primera Comunión, cuando apenas tenía seis años. El destello triste y enigmático de la mirada de Marga afloró por un instante en el fondo de los ojos iracundos de mi padre al oír mi pregunta: "Papá, si me mato ahora mismo iré derecha al cielo?". Entonces no comprendí por qué la palma de su mano golpeó mi mejilla, pero si intuí su miedo; un miedo oculto, atormentado.

            Años más tarde, las esculturas dramáticas y desgarradoras de la tía Marga despertaron mi interés y curiosidad hacia ese mundo mágico y, a veces, pedregoso de la creación. En mi familia no se hablaba mucho sobre Marga; yo sólo sabía que era hermana de mi padre, que me llamaban como a ella, y que había muerto muy joven. Sus esculturas se erguían, poderosas y magníficas, arrinconadas en los cuartos de mi casa, como mudas huellas de su existencia. Desde el primer momento adiviné que el pasado de la tía Marga se hallaba herméticamente nublado por la densa bruma de un destino trágico. Lo intuía por los cruces misteriosos de miradas entre sus hermanos, o los cambios bruscos de conversación cada vez que se mencionaba su nombre. Pero también lo deduje por su extraordinario talento. Cuando vi por primera vez los dibujos de Marga en el libro: El niño de oro, que publicó con su hermana Consuelo a la temprana edad de doce años, sentí una extraña y conmovedora emoción. Los dibujos hablaban por sí solos, parecían tener vida propia, y más que interesarme, me llegaban casi a hipnotizar. Yo entonces no sabía si eran buenos o malos, pero me transmitían una sensación tan fuerte como inexplicable. Las figuras casi saltaban del papel, las expresiones de los rostros me enternecían y sobrecogían a la vez. Nunca había visto unos trazos que expresaran tanta pasión y sentimiento; eran un presagio de su triste final.

            Inevitablemente, durante un tiempo, Marga se convirtió en una especie de voz interior con la que yo hablaba constantemente; ella acompañaba mi soledad, y yo la suya. Sí, yo también la mantuve escondida en mi mundo imaginario, pero siempre estuvo viva para mí, sólo para mí hasta que descubrí el enigma de su muerte. Pese a los esfuerzos de mi familia por mantener la memoria de Marga oculta, su misteriosa y breve existencia nutrió los cimientos de mi posterior ideario artístico, psíquico y espiritual. Su talento y romántica pasión fueron nutriendo mi incipiente espíritu creativo y, seguramente, fortalecieron mi carácter y personalidad.

           
            Esta novela -escrita ya desde las últimas décadas en mi mente- trata de rescatar la memoria de esta genial artista y entrañable mujer, que durante sesenta y ocho años permaneció oculta en el silencio más devastador. Y por último, agregar, que este testimonio novelado no sólo es un pequeño homenaje a la memoria de todos los familiares que aquí aparecen y que ya nos han abandonado físicamente, sino también simboliza, muy especialmente para mí, la liberación de un espíritu romántico y un talento extraordinario, como el de Marga Gil Roësset, que agonizaba en la sombría tumba del olvido.

 

Marga Clark

Madrid -2002