__Locus Naked __

 

Locus Naked
Roma-New York

Manhattan: Olimpus y Hades

pieles rojas humos blancos voces negras caras amarillas ojos azules obesos anaranjados olores malvados pizzas sangrantes maíz dorado café aguado sexualidad cansada locura desalmada virgen eclipsada televisión sagrada éxtasis fabricado asesinos despiadados homeless organizados estudiantes concienciados Harlem crack-eado Park Avenue uniformado Wall Street circuncidado edificios engallados Brooklyn encadenado puentes ensimismados Central Park burbujeante minorías delirantes espacios alucinantes chewing gum espeluznante espíritu agonizante ritmos excitantes sirenas silbantes camiones tronantes metros asfixiantes housewifes militantes bag ladies flotantes etnias desbordantes Broadway titilante música ambulante árboles cercados jardines vedados pisos enrejados inviernos helados niños abusados perros endiosados ancianos aislados edificios quemados teenagers porfiados ketchup santificado alcohol politizado puros dosificados cigarrillo amortajado marihuana avejentada heroina refinada hamburguesa consagrada dietas equilibradas vitaminas a granel ejercicio a tutiplén bicicletas y patines revólveres y jazmines   

                                                                                                                      Marga Clark
                                                                                                                                 1991

Numberless crowded streets, high growths of iron, slender, strong, light, splendidly uprising toward clear skies.  

Walt Whitman

LOCUS NAKED

A solas con la ciudad

 

            No sé por qué todo el mundo te ve como a un hombre, cuando en realidad yo te veo más como mujer.  No, no es que huelas a mujer, tu olor es más bien sobrio, (con la excepción de esos apetitosos olores étnicos que despiden los carritos de comidas ambulantes en tus calles), odio ese tufillo de perfume pegajoso que dejan algunas mujeres al salir del ascensor, o incluso, cuando se cruzan con uno al caminar. Tus efluvios no son baratos ni extremadamente exuberantes y, sobre todo, no caen en lo evidente.  Es el olor de una mujer directa, un poco ambigua y llena de secretos. Yo también soy mujer, y creo que la única razón por la que después de haber mantenido durante tantos años un trato tan intenso contigo sin haberme enamorado de ti, radica precisamente en esa condición tan tuya de ser vagamente femenina. Varias veces consideré la idea de poder enamorarme de ti y enterarme así de tus secretos más íntimos; pero tú, dándote cuenta de mi osadía, me mostrabas tu cara díscola, rebelde y un tanto caprichosa, echándome de tu lado. Sí, te he añorado mucho. !Si supieras cuánto he pensado en ti!  En el fondo esto es lo que siempre me ha atraído más de tu carácter: tu gran sentido independiente, tu sed de libertad, el no dejarte nunca poseer por los demás. Te vistes con coraza de hierro todos los días y paseas, como un Quijote temerario, orgullosa y altiva, por esos barrios duros y violentos llenos de edificios agresivamente erectos. Por la noche te vistes de mujer y mueves tu cuerpazo cimbreante riendo hasta el amanecer. Son tus armas de defensa, pero a mí ya no me engañas y sé que a través de esta cubierta glamorosa, ruidosa y reluciente se esconde un alma tremendamente triste y solitaria. Pero claro, este es uno de tus múltiples secretos. Nunca llegué a convertirme en tu amante, tú lo sabes bien, pero sí en una especie de hermana pequeña que te mira con interés y curiosidad, no sabiendo nunca por dónde vas a salir. Me entretienes, me enseñas y siempre me sorprendes. Y es esto lo que me hace quererte todavía más.