Y así perseguían mis ojos las estrías agrietadas de las noches. Y así me sorprendiste en un momento de debilidad amordazada. Y fue ese grito violento, ese grito aterrador e inesperado, lo que provocó el silencio nocturno de las aves. Y me encontré rodeada de grillos durmientes y ángeles desvanecidos mientras tu cuerpo desnudo avanzaba perdido entre las aguas abrasadas. Y así, lentamente, sentí la luz abandonarme toda.

 

 

 

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